Recuerdos de un té en las nubes
- Emilia Arangio
- 22 ene 2021
- 3 Min. de lectura
En estos tiempos de 'quedarse en casa' les propongo viajar en nuestra memoria. Busquemos en nuestros recuerdos esos lugares que han dejado huella [1] y nos han hecho quienes somos. Revivamos la emoción de pisar un nuevo suelo; volvamos a viajar en nuestra imaginación y dejemos que esa emoción renovada nos traiga la ilusión de viajes futuros.
Hoy quiero contarles sobre un lugar especial que visité hace unos años. Fue uno de esos descubrimientos que suceden por casualidad cuando viajamos: a veces el mejor plan es no tener un plan y dejarnos sorprender por situaciones y sitios inesperados [2].

En 2018 recorrí la Patagonia argentina y chilena con mi familia. Uno de los destinos de nuestro itinerario [3] fue San Martín de los Andes, un pueblo que se encuentra a orillas del Lago Lácar [4], en la provincia de Neuquén, en el noroeste de la Patagonia.

Después de recorrer la Ruta de los 7 Lagos pasamos dos noches en el Hostal Ayelén, que habíamos reservado unos meses antes. Este hostal es una joya [5] no muy fácil de encontrar: tuvimos que ir y volver por la ruta varias veces para encontrar la pequeña calle de tierra cuesta arriba [6] que lleva hacia él. El camino por la pendiente [7] era muy empinado [8] y angosto [9], y al subir pensaba ¿puede haber aquí realmente un hostal?

Y seguimos por esa calle, pensando estar equivocados de camino, hasta que llegamos a la cima [10] y las vistas sobre el Lago Lácar nos devolvieron la tranquilidad de estar en el lugar apropiado: finalmente encontramos el hostal.
Había oído hablar de la atracción que tiene la Patagonia y en ese viaje comprendí de qué se trataba. Ese cerro en San Martín de los Andes es un ejemplo de la energía que esa región transmite a quien la visita. El escritor inglés Bruce Chatwin nos cuenta en su libro En Patagonia (1977) sobre el poder de esta parte del mundo: "Desde su descubrimiento tuvo en nuestra imaginación un efecto parecido al de la Luna, pero en mi opinión, aún más poderoso". Tanto es así que mucha gente de todas partes del globo la ha visitado y nunca más ha vuelto a su casa.

Es el caso de Renée Dickinson, una joven inglesa que en los años 30 trabajaba como modelo para la tienda Harrods. Renée visitó esa montaña con vistas al Lago Lácar y decidió quedarse allí para siempre. Tenía solo 26 años y consiguió comprar parte del terreno para construir una casa de té. La llamó "Arrayán" (el nombre de un arbusto [11] aromático que crece en la región) y abrió sus puertas en 1939.

Esa es la casa de té que en nuestro viaje encontramos por casualidad porque está a unos minutos a pie del Hostal Ayelén. La dueña [12] del hostal, una muy simpática y amable mujer holandesa (otro ejemplo de quien visita y se queda), nos dijo que si seguíamos un caminito que cruzaba un bosque, llegaríamos a la Casa de té Arrayán. Y así lo hicimos y disfrutamos de un exquisito té con especialidades caseras [13] dulces y saladas en una acogedora [14] cabaña rodeada de árboles, mientras el sol se ponía [15] detrás de las montañas.

A lo lago de los años la casa de té ha cambiado dueños, pero aún preserva la magia original que Renée descubrió allá por los años 30.
¿Has visitado ya la Patagonia? Y si no, ¿te animas [16]? Quizás si la visitas te quedes para siempre...


einen bleibenden Eindruck hinterlassen / Spuren hinterlassen
unerwartet
Strecke / Route
am Lacar(ufer)
Juwel
bergauf
Steigung
steil
eng
Spitze
Busch
Besitzer
hausgemacht
gemütlich
(hier) gang unter
Wagst du es?
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